«Acunada por la bruma, en el punto exacto de la encrucijada de infinitos caminos, se alza la Biblioteca de los Perdidos».
Himno
de los
Perdidos
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7 de agosto de 2025

Lejos

Custodio:

Qué lejos he llegado. Siempre he necesitado más. Las fronteras del pueblecito en el que me crie no tardaron en quedarme pequeñas; una vez en la universidad, tampoco la ciudad logró satisfacerme. Dejar atrás el planeta era la consecuencia inevitable. Me pregunto si alguna persona antes de mí ha tenido problemas para identificar el sol al contemplar el horizonte.

El primer humano en alcanzar Saturno. Al menos, ese era el plan. Un pequeño error en los propulsores cuando debía ser lanzado de la órbita de Júpiter, y aquí estoy: tres meses navegando a la deriva en el más negro de los mares. Pero decir que la misión ha sido un fracaso sería un error. No creo que nadie haya contemplado el mismo firmamento.

Una luz en la consola de control empieza a parpadear, el mando de operaciones ha mandado un mensaje. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que lo enviaron? A decir verdad, no tengo ni la más remota idea de la distancia que me separa de la Tierra. Saturno se encuentra a unos mil trescientos millones de kilómetros de la Tierra, algo más de una hora a la velocidad de la luz; pero esa ya no es una referencia válida. Me acerco a la consola deslizándome por el espacio ingrávido y leo el mensaje: “Lo siento”. Lo leo varias veces, no por incredulidad, más bien esperando que despierte en mí los sentimientos que sé que debería. Nada. Me planteo mandar una contestación a modo de despedida, pero recuerdo que ya me despedí antes de partir. Me alejo y vuelvo a contemplar el firmamento, es precioso y no puedo evitar esbozar una sonrisa.

Abandono la consola y me dispongo a ponerme el traje espacial. Mientras lo hago, me sorprendo tarareando una de las cancioncillas que me cantaba mi madre cuando era pequeño. Supongo que no importa cuán lejos llegues, un pedacito del hogar siempre te acompaña.

Ya vestido, me dirijo a la escotilla de carga e inicio la cuenta atrás para la descompresión: dos minutos. No importa, tengo todo el tiempo del mundo.

La compuerta se abre y me entrego al abrazo de la noche eterna. Flotando, me alejo de la nave y ya no siento ningún peso sobre mí. Poco a poco, la nave se va alejando y cuando por fin ha salido de mi campo visual, siento como si toda la creación se detuviera a mi alrededor. Por supuesto, solo es una ilusión; el eterno baile cósmico continúa y yo mismo me estoy desplazando a velocidades inconcebibles, pero esta certeza no resta un solo ápice a la sensación de paz. El universo me ha acogido en su seno y por fin puedo descansar.

Qué lejos he llegado. Me pregunto hasta dónde llegaré.

¿Algo que decir, Viajero?

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