«Acunada por la bruma, en el punto exacto de la encrucijada de infinitos caminos, se alza la Biblioteca de los Perdidos».
Himno
de los
Perdidos
Escúchalo aquí:

[El coronel Olavarrieta, me recibe sentado en el salón de su casa. Es un hombre bajo, de unos sesenta años, con el pelo cano y un bigotón descolorido por el tabaco. Se presenta y charlamos un poco antes de empezar la entrevista. Antes de encenderse un cigarrillo, me ofrece uno a mí. Le pregunto si está listo para empezar y me contesta afirmativamente.]

¿Qué puede decirme sobre la guerra?

Cumplimos con nuestro deber, todos lo hicimos.

¿Ellos también?

Todos. Es una lástima que al final eso significase cosas distintas, míster Fitzgerald. Pero tiene que entender que siempre hemos sido un pueblo… poco homogéneo.  La segunda guerra de independencia, bueno hay quien cree que es la tercera, pero prefiero no entrar en eso. La segunda guerra de independencia aún no había acabado y ya estábamos tirándonos al cuello entre nosotros.

Es cierto que aquí lo tuvimos algo mejor que nuestros vecinos del norte y que ustedes. Poca densidad demográfica, centros urbanos dispersos… ya sabe, esas cosas. Pero no debe olvidar que nos dejaron tirados. No culpo a los del Mando Central Europeo, no me malinterprete: los Pirineos son una barrera natural demasiado perfecta como para extender aun más sus líneas, pero podrían habernos mandado algo…  armas cortas, ayuda humanitaria; cualquier cosa.

Tal y como estaban las cosas por aquel entonces, resulta sorprendente que el gobierno aguantase lo que aguantó, casi un año. La estabilidad política nunca ha sido una de nuestras virtudes. En cualquier caso, yo creo que lo hicimos bien. Las juntas surgieron por casi todo el territorio en cuanto se anunció que Madrid había caído. No nos rendimos, no caímos en el caos.

¿No fueron las Juntas la causa de la Guerra de Reunificación?

En cierto sentido, sí. Las juntas fragmentaron tanto la nación, que el propio concepto de la misma no era más que un recuerdo. Por culpa de ellas no tuvimos un mando único hasta casi el final, pero sin ellas habrían muerto muchas más personas. La gente solo recuerda lo malo. Las fosas, las piras, los paredones, a los penitentes…

[El coronel hace una pausa y mira la punta de su cigarrillo] 

Cuando estabilizamos el norte y empezamos a bajar, cuando iniciamos la reconquista propiamente dicha, no hubo una sola provincia en la que no quedase, por lo menos, un pequeño grupo organizado peleando. Aquellos cabrones más duros que el hormigón fueron los que nos permitieron avanzar tan rápido. Sin las juntas, habríamos llegado demasiado tarde para muchísima gente. Es cierto que algunas no se incorporaron de buen grado, pero la sangre no llegó al río casi nunca.

Entonces, ¿por qué declararon la guerra a la Arquidiócesis?

Bueno, cuando empiezas una guerra patriótica cualquier resultado que no sea la reunificación nacional es difícil de digerir. Además, compartir frontera con una teocracia como aquella no era algo que nos hiciese mucha gracia a nadie. No solo a los de la Junta Central.

El problema era que se las habían apañado muy bien solos, no nos necesitaban. El resto de las juntas, en mayor o menor medida, únicamente aguantaban; necesitaban nuestra ayuda para poder ganar, o como mínimo sabían que no podían hacernos frente. Ellos no. Puede decir lo que quiera de sus métodos, le aseguro que poca gente tiene más motivos que yo para pensar que eran unos fanáticos hijos de puta, pero lo cierto es que cuando estalló la guerra controlaban casi la totalidad de su territorio. Y su población… dejémoslo en que los que quedaban, estaban muy comprometidos con la causa.

¿Se hizo algún contacto con el Arzobispo? ¿Algún intento de evitar el conflicto?

La posición oficial de la Junta Central siempre fue clara. La soberanía de la nación recaía en nosotros como representantes del pueblo. Agradecíamos los servicios prestados durante la guerra, pero había llegado el momento de volver al redil. Todo lo demás era rebelión.

Esta, como le digo, era la posición oficial. Lo cierto es que, durante aquellos primeros días, nadie quería una guerra. Era absurdo. Íbamos a tardar generaciones en curar las cicatrices de la Segunda Guerra de Independencia, aquellas… cosas plagarían nuestras pesadillas el resto de nuestras vidas ¿Cómo íbamos a ponernos a matar a nuestros hermanos y hermanas? Sé de buena tinta que hubo conversaciones, que cedimos en muchas cosas. Se nos ha tachado de maximalistas, de tiranos. A los que piensen eso, les sugiero que traten de negociar con quien se cree un emisario del mismísimo Dios.

¿Quién empezó las hostilidades?

No lo sé.

Coronel…

No se quien disparó primero, tampoco me importa. Tal vez fuese algo importante entonces. Entonces aún no teníamos ni idea de lo que estaba pasando en el sur, ¿pero ahora? Usted solo ha visto las fotos, deje que le diga algo: las fotografías no le enseñan a uno a qué huele una hilera de diez kilómetros de hombres y mujeres crucificados. ¿Si no hubiesen disparado ellos primero, no deberíamos haber detenido aquello?

[Vuelve a hacer una pausa]

Cumplimos con nuestro deber.

La guerra duró tres años, desde el inicio de las hostilidades hasta el final del sitio de Sevilla. Usted estuvo al frente de…

La guerra duró veinticinco días.

¿Perdón?

Si convenimos que la guerra inició con la batalla de Despeñaperros, la guerra duró veinticinco días. Del catorce de abril al siete de mayo. El último enfrentamiento militar fue la batalla de Andújar, lo demás fue una carnicería tras otra. Ocupar un asentamiento de unas diez mil personas, nos costaba el mismo número de bajas que avanzar cien kilómetros durante la reconquista. Eran unos malditos fanáticos todos ellos, y los que no… bueno, esos preferían nuestras balas a lo que coño sea que les podía hacer la Arquidiócesis.

[Otra pausa]

Desde Andújar, no les quedaba nada parecido a un ejército “regular”, ni siquiera una muchedumbre más o menos organizada. De modo que se nos ordenó empezar a sitiar los centros urbanos, esperar a que se rindieran o a que murieran de hambre…

¿Cuántos se rindieron?

Cumplimos con nuestro deber. Ellos cumplieron con el suyo.

¿Algo que decir, Viajero?

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