«Acunada por la bruma, en el punto exacto de la encrucijada de infinitos caminos, se alza la Biblioteca de los Perdidos».
Himno
de los
Perdidos
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17 de mayo de 2024

Tengo que

Custodio:

Tengo que limpiar el baño. Es cierto, no para de repetírmelo, van ya varios días pero el trabajo no me da tregua. Informes, llamadas, reuniones… No tengo tiempo, la verdad. Se lo he dicho una y mil veces, pero no lo comprende. Si estuviera realmente ocupada como yo… En fin. Cómo lo va a comprender.

En mi cabeza ahora solo hay espacio para la reunión con los chinos. Si todo va bien Rodríguez por fin me dará el crédito que merece alguien como yo. Han sido tres años de pico y pala pero presiento que el ascenso está cerca, más cerca que nunca. Tanto esfuerzo no caerá en saco roto.

He tomado más café de la cuenta. He salido casi con una hora de antelación de casa. El tráfico no fluye. El atasco me ha dejado sólo con mis pensamientos antes de la reunión. Me ha entrado ansiedad. El tic-tac es inclemente. Me ha entrado miedo. Con el corazón a mil he acelerado y he hecho la pirula del polígono para poder recortar algo de tiempo. No llego, no llego. Estos imbéciles no dejan que me incorpore al carril. Faltan veinte minutos para que lleguen los chinos. ¡No llego!

Tengo que arreglar el faro derecho de mi Seat Arona, pero ahora tengo reunión. Rodríguez me apremia con la expresión al entrar en la sala de reuniones. Abro mi carpeta, las hojas caen. Al sudor de las prisas se añade el de los nervios. Me recompongo y defiendo el proyecto con la mejor de mis sonrisas mientras mis sobacos se empapan. El sudor traspasa la camisa. Debo parecer un mamarracho.

Rodríguez dice que he estado bien pero que mire, que hay que dar un poco más el callo, que la empresa está en expansión y hay que echar las horas que sea por captar nuevos clientes. Me los llevo a comer a un sitio caro, al Barrio Gótico. Lo recordaba mejor, pero parece que se van contentos. En el camino de regreso me llama ella, que dónde estoy, que qué me creo, que hasta cuándo vamos a seguir así, que tengo que limpiar el baño. Me llama Rodríguez, que hay que pulir el proyecto, que me mandará un correo con todo, que el miércoles otra reunión, que me prepare, que tenga paciencia, que todo llega.

Pero no llego. No llega. Tengo sensación de urgencia. De vida o muerte. Ella no lo comprende, ¡cómo lo va a comprender! Me entra una arcada con sabor a fideos al cruzar el umbral de la puerta de casa. La perra me mira triste, ella no está. La saco a pasear, ella lo haría. Soy idiota, ¡con todo lo que tengo que hacer! Caga delante de la terraza de un bar. Una pareja de viejos me mira y comenta algo. Me avergüenza, me avergüenzo. Recuerdo que tengo que limpiar el baño, hoy lo limpio, seguro. Miro el móvil. Correo de Rodríguez. Tengo menos tiempo del que pensaba. Tiro con fuerza de la correa. Tengo que volver a casa.

A buen paso mi cabeza va a mil. Joder, el semáforo está en rojo, joder ¡Joder! No tengo tiempo, nunca tengo tiempo. Tengo poco tiempo y mala suerte. Espero para cruzar, hay una mujer de mediana edad con un crío de unos cinco años con las mejillas asquerosas, llenas de chocolate. Disfruta mientras come una chocolatina. Se mete un dedo en la nariz. Me mira con expresión imbécil. Sigue en rojo, el corazón me va a mil, no llego a todo. No soporto más la mirada estúpida de ese crío. Cruzo sin mirar.

Oigo gritos y pitidos. La perra me lame la cara. Todo está borroso. Tengo hierro en la boca. No tiene sentido, lo estaba haciendo bien, lo iba a conseguir. A pesar de lo injusto que es todo, tiene gracia. Ella lo comprendía, pero para mí es tarde. Tiene gracia. No tengo tiempo, ya no. De haberlo tenido hubiese limpiado el baño.

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7 de octubre de 2025
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